La presencia del dióxido de carbono en un sitio cerrado de ser inferior a 1000 partes por millón, de lo contrario, es una señal de que la ventilación es deficiente y de que es latente la probabilidad de que el COVID-19 se propague.
La medición del dióxido de carbono surge como otra de las medidas para reducir el riesgo de contagios en medio de la reactivación económica, al generar un parámetro sobre la calidad de la ventilación de un sitio, que ha sido una de las condiciones de bioseguridad más reclamadas por expertos para prevenir que la COVID-19 se siga propagando.